La educación básica es la herramienta común que millones de niños encuentran como primera ventana al conocimiento sistematizado del mundo en que viven. La experiencia de los primeros años de vida enseña a caminar; articular palabras y más tarde frases para expresar hambre, descontento o enojo; utilizar el llanto para captar la atención de los padres o denotar algún malestar y relacionarse con otros pequeños racionalmente. Las habilidades sociales crecen conforme el conocimiento del entorno y tan pronto los más pequeños desarrollan las primeras nociones de consciencia, entienden que el mundo está lleno de misterios que se prolongan más allá de la cuna, el cuarto de sus padres o la cocina.

En la escuela, más allá de los cuadernos, un pizarrón y las actividades que todos detestan en forma de planas u operaciones matemáticas, comienza una revolución en la mente de cada niño y su razonamiento se expande hasta donde el sistema educativo y el sesgo de la visión escolar sobre la vida le permite. Entre todos los conocimientos que trata de comprender y el abanico de posibilidades que se abre ante sus ojos, algunas de las nociones científicas más básicas del universo en que vive se basan en modelos simplificados, que pierden validez conforme aumenta el nivel de educación y se interpreta una realidad cambiante y compleja.

La precisión de las primeras clases sobre ciencia surge como Rasero de Ockham, haciendo de lo más sencillo una forma introductoria al conocimiento de fenómenos que de otra forma, serían incomprensibles a esa edad. Sin embargo, muchas personas que se especializan en otros campos del saber nunca amplían las nociones que aprendieron en la escuela y viven creyendo mitos como que en la Edad Media se pensaba que la Tierra era redonda o bien, que el Sol estaba en llamas. Éstas son algunas de las mentiras científicas que todos aprendieron como verdad en la escuela y en muchos casos se mantienen presentes:

1) La lengua tiene zonas que perciben distintos sabores y se pueden identificar en un mapa

El esquema de una lengua de fuera con los colores de las papilas gustativas según su especialización por sabores es un error común que se enseña durante la educación básica. Este mito inició en 1901, cuando el psicólogo alemán Edwing Boring detectó un pequeño cambio en las regiones donde se produce un sabor determinado con más facilidad. De ahí que su ilustración haya sido malinterpretada y replicada en todos los sistemas educativos del mundo. En realidad, la sensación de sabor es producida por las neuronas en el cerebro.

2) En el espacio no existe la gravedad

Desde las primeras nociones de ciencias naturales, los profesores explican la gravedad como una fuerza que nos mantiene sujetos al suelo y provoca que todo lo que lancemos hacia arriba termine por regresar al piso. Cuando se habla del espacio exterior, se dice que todo se mantiene “flotando” porque no existe gravedad. Se trata de un error que pocas veces se aclara en la edad adulta. En todo el universo existe la gravedad y según Einstein, es consecuencia del entramado curvo del espacio-tiempo. Los objetos suspendidos en el espacio se encuentran en caída libre perpetua, pero nunca sin esta fuerza sobre sí.

3) El éxito en el aprendizaje depende del sentido más utilizado

Los tipos de aprendizaje cognitivo son un gran mito que a pesar de su invalidez científica, se reproduce en salones de clase. Los maestros afirman que cada persona tiene una habilidad más desarrollada que los demás: mientras unos son mejores para retener información escuchando, otros responden mejor a los estímulos visuales y algunos más por la vía kinestésica. La Pedagogía demuestra que el aprendizaje y la obtención del conocimiento dependen de los estímulos, la motivación y la claridad del mensaje, no sólo de la forma en que se procesa la información.

4) El Sol está en llamas

En monografías, imágenes computarizadas e incluso fotografías reales, el Sol aparece como una estrella ardiente que emite llamas en la superficie. El calor que recibe la Tierra desde el astro rey es el motor de la vida en nuestro planeta y tal calor suele ser interpretado de la misma forma que se manifiesta en la tierra, con fuego. A pesar de la deducción lógica, el Sol no se encuentra en llamas, sino que el calor y las llamaradas que emite se deben a la enorme cantidad de hidrógeno que crea fusiones termonucleares que crean helio, el combustible de la estrella que mantiene la cohesión en el Sistema Solar.

5) En la Edad Media se creía que la Tierra era redonda

Es una noción plenamente identificada con el supuesto oscurantismo que vivió Europa durante la Edad Media, además del mito de Cristobal Colón y la invención de América. Durante el medioevo, el conocimiento circuló en muy pocas manos, dentro de monasterios y universidades destinadas a la fe cristiana; sin embargo, ninguna persona con los conocimientos suficientes para leer o el poder político para tener acceso a los textos, dudaba de la redondez de la Tierra, que desde Pitágoras se tomó como verdad en la cosmovisión occidental.

6) Los hombres evolucionaron del mono

Conforme avanzan los cursos de educación básica, los temas aumentan su nivel de complejidad y en aras de aumentar la comprensión sobre algunos tópicos que requieren de más precisión, la esencia de una teoría puede deformarse y caer en mitos que restan su potencial para comprender el mundo. La teoría de la evolución de Darwin es una de las principales víctimas en los primeros cursos de Biología: no hace falta ser un experto para entender que el hombre y el mono son especies contemporáneas que tuvieron un ancestro “reciente” en común, noción completamente distinta de la idea de que los hombres evolucionaron de los monos que hoy se balancean en los árboles.