Cuando Camila, de 17 años, enfermó de coronavirus, Collin, su novio, de 19, le prometió que nunca la dejaría sola. Y así lo hizo.
Todos los días pasaba por debajo de su ventana, en Texas, durante una o dos horas, trayendo juegos, comida y muchas cosas para contarle.
“A veces cenábamos juntos – dijo la niña – y una noche contestamos 100 preguntas que uno le hacía al otro. A veces me sentía mal por él, porque estaba sentado bajo la lluvia o se lo comían vivo los mosquitos”.
Después de las dos semanas de cuarentena, finalmente pudieron abrazarse nuevamente.