Es innegable que en Colombia la escogencia de rectores para las universidades públicas mediante sufragios y en virtud de la constitucional autonomía universitaria y las disposiciones de la ley 30 de 1992, no ha sido un proceso del todo exitoso, como tampoco lo ha sido el de la elección popular de alcaldes. Ambos, en los que invocándose, presuntamente, la voluntad del elector, marcan cada vez más franco deterioro. Así lo confirma la evidencia.

Pero a tal deterioro en el ejercicio transparente y diáfano por parte de rectores de las llamadas “Alma Mater” tampoco han escapado los que como tal tienen el mando universitario en las de ordenamiento privado. También, como las públicas, los hechos lo confirman.

Apelando a lo dicho por el Maestro y que refiere Lucas, el evangelista, que “…al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” es inobjetable que a quienes se le han entregado las riendas de las instituciones de educación superior, pública o privada, no sólo serán personas a las que mucho se les exigirá y mucho les pedirá, y de las que mucho se espera, en especial en el ejercicio ejemplar de la labor encomendada, la de rector universitario.
Por los más recientes escándalos sobre las indecorosas conductas de no poco rectores, no podemos dejar de hacer memoria de aquel trágico 25 de septiembre de 1974, cuando el ya ex rector de la Universidad de Cartagena, Manuel Navarro Patrón, motivado por pleitos familiares, fue abatido en un particular duelo que sostuvo con quien fuera su yerno, el ex gobernador de Bolívar, Martín Alonso Pinzón; y que a pesar de no haber sido este acontecimiento por asuntos universitarios; no puede dejarse de objetar esta conducta de quien ostentó tan grande dignidad de rector.

Entrándonos con los recientes rectores de la Universidad de Cartagena, pareciera que la fatalidad de sus cuestionadas administraciones se hubiera trasladado a los escenarios del suicidio y de las prisiones. Manuel Sierra Navarro y Germán Sierra Anaya; con idénticos trasegares en lo público, terminaron con suicidio del primero y encarcelamiento del segundo, cuando ambos, estando ya fuera del “Alma Mater” y posterior a sus desempeños como directores de la educación en esta ciudad fueron vinculados a presuntos actos de corrupción. Esto de todas maneras, contrista al “Alma Mater”

Y qué decir de Sergio Hernández Gamarra, el ex rector a quien también se le confiaron los destinos de la única institución pública que imparte educación superior en Cartagena y Bolívar, y quien por sus desafueros y vergonzosos actos administrativos contra la Universidad terminó por “lucir” su respectivo brazalete de detención domiciliaria y de paso contristar igualmente al “Alma mater”.

Por los lados del vecino departamento del Atlántico, la situación no ha sido inferior. Ya conocemos de sobra los hechos que vinculan a la ex bailarina y ex rectora de la Universidad Autónoma del Caribe con la apropiación indebida de recursos de esta “Alma Mater” y de los hechos que la ligan a la desaparición de su esposo y fundador de esta institución.

Por otra parte, Ramsés Vargas, al que también se le confió la dirección de esta misma Universidad, la Autónoma del Caribe, y que también terminó por apropiarse del valor de las matrículas pagadas por sus estudiantes en cuantía que supera los dieciséis mil millones pesos es ahora inquilino de la “Cárcel Distrital del Bosque” en Barranquilla acusado de administración desleal.

Y como para cerrar con “broche de oro”, al actual rector del “Alma Mater” pública del Atlántico, Carlos Prasca, sus estudiantes lo acusan de acoso sexual indecoroso.
¿Será que el mal manejo de la tal Autonomía Universitaria será la responsable del contristamiento del que es víctima el “Alma Mater?

Por: Álvaro Morales
alvaro morales 2018