Durante la Edad Media, sólo los miembros de la realeza y propietarios de algunas tierras salían de cacería. Claro que no todos los animales eran adecuados para ser cazados; atendiendo a cuestiones de simbología, cazar un ciervo era un lujo que sólo aquellos que pertenecieran a la familia real podían darse.
Matar a un ciervo sin tener un gran título nobiliario era un acto que incluso podía ser castigado con la pena de muerte. Los pobres tenían permitido cazar sólo animales pequeños con los que pudieran alimentarse como los conejos y algunas aves; incluso las herramientas con las que realizaban estas actividades estaban moderadas, dejando para los menos favorecidos utensilios tan sencillos y precarios como las cuerdas.
Incluso en nuestros días, ir de cacería es un asunto relacionado con el poder. Conseguir un permiso para realizar lo que se conoce como caza deportiva puede costar 48 mil 350 dólares, que es el precio de matar y transportar un elefante en Zambezi, Namibia. Sin embargo, lo importante de la cacería no es terminar con la vida de estas criaturas, sino tenerlas como un trofeo en la estancia del hogar de los cazadores o en una sala destinada a resguardar todos los cuerpos que han caído durante sus excursiones.
Me he convertido en la muerte, en un destructor de mundos
Respondiendo al principio de que, con el pasar de los años, absolutamente todo en el mundo debe de renovarse, incluso el hecho de tener animales disecados como señal de alto estatus social ha encontrado una nueva forma de manifestarse por medio del trabajo artístico de Damien Hirst, cuyas obras más representativas tienen como materia prima cadáveres de todo tipo de animales.
Basta con decir que la fortuna del artista oscila entre los 215 millones de libras esterlinas para pensar el precio de cada una de sus piezas. Sin embargo, cabe preguntarnos cuántos animales tuvieron que morir para poder realizar proyectos como “Natural History”, conformado por diferentes especímenes conservados en formaldehído.
Se estima que sólo del grupo que comprenderían los animales de granja –incluyendo vacas, ovejas, cerdos, etcétera– suman una cantidad aproximada de 36 muertes; hablando de criaturas de mar, la cifra asciende a unos 685 ejemplares.
“Me he convertido en la muerte, en un destructor de mundos”.
Pero cualquiera de los números anteriores no podrá superar la exagerada cantidad de insectos y criaturas voladoras que el artista empleó para crear piezas como “In and Out of Love”, donde Hirst utilizó nueve mil mariposas… la cifra total asciende a 912 mil 5 ejemplares. La suma total de animales que el creador inglés ha empleado durante toda su trayectoria se estima en unos 913 mil 450 cadáveres.
Aunque algunas de las criaturas que Hirst utilizó para sus creaciones ya habían muerto cuando el Inglés se acercó a ellas, un gran grupo de sociedades protectoras de animales se han manifestado en contra de las expresiones artísticas de este hombre, pues aseguran que es injusta la acción de aprovecharse de la muerte de otros seres para obtener ganancias de ello.
No obstante, si consideramos el trasfondo histórico y cultural del hecho de exhibir animales muertos como obras de arte, nos daremos cuenta de que lo único que ha hecho Damien Hirst ha sido amplificar una práctica que se ha gestado desde la Edad Media.