En distintos tiempos y culturas, el pelo rojo ha sido apreciado, venerado como dioses, temido o ridiculizado.

En el imperio romano, las esclavas pelirrojas eran vendidas a mayor precio que las rubias o morenas. Los romanos capturaban esclavos pelirrojos en las Galias, Germania y Gran Bretaña, y les cortaban el pelo para hacer pelucas, ya que a las romanas les gustaba ponérselas. En general los romanos tenían un mal concepto de los pelirrojos naturales, y los consideraban indignas de confianza. Al igual que los egipcios, pensaban que el pelo rojo tenía propiedades mágicas para que creciera rápido el trigo, pero en lugar de sacrificar humanos, sacrificaban cachorros de perro que tenían el pelaje rojo, los quemaban y esparcían sus cenizas sobre los campos. En fin, eran otros tiempos.

En el antiguo Egipto se ofrecían sacrificios humanos en la tumba de Osiris y las víctimas eran hombres de pelo rojo que fueron quemados y sus cenizas eran esparcidas a lo largo y ancho de todo Egipto mediante una especie de ventiladores. Esto se hacía por la creencia absurda de que tenían propiedades mágicas que provocaba que los campos aumentasen su fertilidad y aumentasen las cosechas.

En la mitología, en la antigua Grecia, las mujeres pelirrojas eran consideradas personas endemoniadas, brujas, mujeres perversas y amigas de lo oscuro.

En la edad media

Presbítero Teófilo, un terrible benedictino que vivió en el siglo XII, describe cómo la sangre de un hombre joven pelirrojo es necesaria para la transformación de cobre en oro, mezclándolas con las cenizas de un basilisco.

El Papa Inocencio VIII hizo mucho daño en su vida, decidió atacar todo aquello que hiciese la competencia a la Iglesia Católica como la astrología o antiguos cultos, y promovió un libro escrito en 1486 llamado «Malleus Maleficarum» («Martillo de las brujas») que fue el principal motivo de que durante más de 300 años quemaran a miles de personas inocentes en la hoguera acusadas de brujería, especialmente mujeres.

El «Malleus Maleficarum» es un absurdo manual para reconocer y torturar brujas, donde explican barbaridades como que tener el pelo rojo y los ojos verdes era un signo claro de ser una bruja.

Durante la Inquisición Española, todos los pelirrojos fueron identificados como judíos. En esa época también había la creencia que tener un hijo pelirrojo era la prueba de que la mujer había sido infiel, la incultura de la época sobre genética les hacía actuar así.

A Hitler, no le hacían mucha gracia, y aunque no cometió con ellos las barbaridades habituales propias de la Alemania nazi, sí que prohibió matrimonios entre pelirrojos para que no se descontrolase esa descendencia.

En Córcega si te encuentras andando por la calle a una pelirroja tienes que tomar otra dirección y escupir mientras que en Polonia si ves a tres pelirrojas por la calle es muy probable que ganes la lotería.