En las grietas profundas
de una patria sin memoria,
en el suelo árido
de un desierto pútrido,
se desgarra, se ahoga,
es invisible, intangible,
se hace levedad
la voz del pueblo,
el dolor de una madre,
el luto de unos hijos
la viudez de una esposa.
En la brisa plúmbea
de un atardecer eterno,
de un viento sin recuerdos
sin vestigios de moralidad,
se hace silente ese grito
de sangre, impotencia y dolor,
que parece hacer eco sordo
sobre la inconsciencia
de una maquinaria injusta,
corrupta e inhumana,
que luce su altivez
en los laberintos grises
de los capitolios.
Con puñales de indiferencia
y dardos de injusticia,
cercenan los lamentos,
derraman la sangre
de un pueblo inconforme
que ha abierto los ojos,
que une sus manos
clamando justicia,
reivindicando su derecho
a la equidad y a la paz.
Por: Rossi Er