El divorcio no deja de ser un proceso doloroso para las parejas.
Pero podemos ser más felices si lo tomamos como un nuevo punto de partida.

Es indudable que el divorcio, independientemente de la cultura, religión, creencias, clase social, etc. impacta profundamente a la pareja involucrada.

El sentimiento de rechazo por no haber podido establecer una relación duradera, o el sentimiento de culpa por no haber podido evitarlo, es un estado de frustración permanente, hasta no encontrar las herramientas para superar este impacto psicológico.

Ese estado de soledad, de vacío, de amargura, de desconfianza, son parte del abanico de sentimientos que afloran durante este doloroso proceso; obviamente depende de la capacidad de resiliencia de cada persona.

Las personas que tienen la bienaventuranza de no vivir este episodio de un divorcio, especulan de la vida de una persona divorciada.
En nuestra cultura es común que algunas llenen el vacío de un divorcio saliendo a viajes, yendo a la disco o centros nocturnos o teniendo relaciones de pareja que muchas veces no trae los resultados esperados, y no digo que son fracasos porque a través del error y las circunstancias a las que nos enfrentamos en el diario vivir, aprendemos, para cambiar nuestra manera de ver la vida más allá de las simples apariencias.

En lo personal considero que este es un tiempo propicio para estar a solas con nosotros mismos, para trabajar en nuestro crecimiento espiritual, leer buenos libros, para crear una narrativa interior diferente de la que hemos vivido en el pasado, y para anclar en ella, nuevos proyectos de vida.

El camino debe estar despejado de las piedras del pasado para caminar hacia el futuro sin los obstáculos que hacen irrealizable los sueños que como todo ser en evolución forjamos, construyendo nuestra autoestima, nuestros valores y asertividad.

Afortunadamente con la tecnología tenemos muchas herramientas para aprender a superar situaciones dolorosas y desarrollar aptitudes, para crecer como ser humano, y como parte fundamental de la sociedad.

El genuino deseo por encontrar la felicidad siempre persiste en todo ser humano, sin embargo, la felicidad empieza cuando entendemos que la podemos construir desde nosotros mismos, desde ese potencial innato que traemos bajo el brazo desde que somos seres independientes, pensantes, con la capacidad de dirimir cada situación y separar lo positivo de lo negativo, concienciarnos que son aprendizajes imprescindibles para nuestra evolución y crecimiento.

Las personas especiales llegan a nuestra vida trayendo alegrías, como un aporte para la construcción de esa tan ansiada felicidad.

El amor y cuidado de nosotros mismas, y por nuestros hijos y seres amados también es un soporte para sobrellevar la soledad, cuidando nuestras actitudes y palabras, proyectando los valores que hemos rescatado y reaprendido, pero por, sobre todo, proyectar la cultura de Dios.
elevando nuestro nivel de conciencia, que nos hace sabios para construir una nueva relación con vínculos fuertes e indestructibles.

La calidad del vínculo es lo que hace posible construir nuevos pilares para construir un nuevo
hogar y contribuir con la sociedad, desde ese lugar.

Siempre se abren nuevas posibilidades para reconstruir una nueva vida y por ende, un mundo mejor para todos.

Por: Lucy Angélica García Chica
Educadora, Poeta