Hay un simpático proverbio judío que dice “Dios no podía estar en todas partes por eso creó a las madres”…
En este mes de mayo en buena parte del mundo se celebra el día de la madre, es oportuno por tanto meditar sobre algunos aspectos de la vida de Maria de Nazaret, una adolescente de familia muy humilde, pero la más afortunada y bendita entre todas las mujeres de la historia de la humanidad. Solo ella y nadie más que a ella se le concedió el milagro de llevar al hijo de Dios en su vientre, Jesucristo, el Salvador del mundo. Una madre que aún sabiendo que su hijo no era un niño común y que su vida siempre sería guiada por el Espíritu Santo, su corazón era el de una madre que tuvo que ver morir al hijo de sus entrañas crucificado y vejado por sus coterráneos que nunca creyeron en su verdadera identidad.
En los Evangelios escasas son las palabras y frases que se atribuyen a Maria, sin embargo ellas contienen una relevancia de primer nivel.
El primer episodio de especial interés es la Anunciación de la virginal concepción de Jesús.
En Lucas 1. 26-38 leemos que Dios envía el ángel Gabriel a una humilde ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a la casa de una virgen de nombre Maria, hija de Joaquín y Ana, y prometida de José, varón de la casa del rey David.
Entrando, el ángel le dijo a Maria: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.».
Maria es una adolescente entre 14 y 16 años de edad, probablemente, dado que esa era la edad típica entre las mujeres judías para casarse, y al oír estas palabras se queda perturbada. Mas el ángel le dice: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
Asombrada aún más, si cabe, María responde: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» y Gabriel le responde:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37 porque ninguna cosa es imposible para Dios.»
Puestas de lado toda perturbación y duda María da su plena disponibilidad y contesta: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
El segundo episodio es la visita de Maria a su prima Isabel en la ciudad de Hebrón, situada al sur de Jerusalén. Continuando en Lucas 1, 39-56 leemos como Maria emprende con prontitud y premura su largo viaje de aproximadamente 180 kilómetros hacia esa montañosa zona de Judea.
Al llegar a la casa de Zacarías e Isabel podemos imaginar a María que saluda con la usual y bellísima expresión hebrea “Shalom!”(Paz) y sucede que al oír Isabel el saludo de su prima “saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; 42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; 47 Y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. 48 Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, 49 Porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre 50 Y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. 51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. 52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. 54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia 55 Como había anunciado a nuestros padres – en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.
Narra Lucas que María permaneció con su prima unos tres meses, y luego retornó a su casa en Nazaret.
El sobrecitado pasaje se conoce también como el Magnificat y es en realidad una conmovedora alabanza al Señor Dios al mismo tiempo que una denuncia profética de los abusos de los poderosos así como un himno de esperanza para los menos afortunados de la tierra.
Ciertamente María está inspirada por el Espíritu Santo cuando externa estas palabras pero seguramente, también, esas palabras se basan sobre lo que ella conoce de los libros del Antiguo Testamento, de las denuncias de los varios profetas como Isaías, Jeremías, Amós, etc.
Además, es una denuncia que no tiene caducidad: fue válida antes de María, durante su tiempo, y lo sigue siendo hoy en nuestra era contemporánea hasta el fin de los tiempos.
Solo debemos mirar a nuestro alrededor para comprobar cuanta injusticia hay en nuestro mundo:
Un 20% de la humanidad disfruta del 80% de las riquezas; como 1000 millones de almas sobreviven como pueden cada día; como millones de niños no tienen una oportunidad de estudio, salud y comida y como sus madres y padres sufren esta situación; como millones de fetos son desechados cada año o como sus órganos son mutilados y comercializados; como ciertos jóvenes buscan respuestas en drogas, alcohol y sexo dañando siempre más sus vidas y hundiéndose en una silenciosa desesperación; como la intolerancia religiosa se está transformando en una limpieza étnica en Oriente Medio, África y otras partes del mundo; como la ideología de género quiere distorsionar la realidad biológica así como fue creada por Dios; como el materialismo y consumismo han envenenado el corazón del ser humano; etc. etc.
Y cabe destacar que el mensaje de María coincide plenamente con el mensaje de su hijo, que fue educado por esta sencilla pero valiente y capaz madre galilea que supo inculcarle desde niño todos estos principios éticos.
¿Qué es el mensaje de las bienaventuranzas que Jesús proclama sobre una colina cerca de Cafarnaúm, en Galilea, y que Mateo 5, 3-12 cita sino un eco de lo que ya anticipó su propia madre en Hebrón en presencia de su prima Isabel?…
3 Bienaventurados (Felices) los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
5 Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados aquéllos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí.
12 Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes.
El Jesús adulto, ya bautizado en el río Jordán por su primo Juan el Bautista, hijo de Isabel, y lleno del Espíritu Santo además lleva consigo desde su infancia toda la sensibilidad humana y las enseñanzas que su madre y su padre le pudieron infundir.
El tercer episodio ocurre cuando José, María y Jesús van, como cada año, a celebrar la fiesta de Pascua a Jerusalén. Jesús tiene 12 años y sin saberlo sus padres se queda en la ciudad a discutir con los rabinos judíos en el Templo.
En Lucas 2, 44-52 leemos: 44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; 45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. 46 Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; 47.todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.
Cuando José y María le ven, quedan sorprendidos, y su madre le dice: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» 49 El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» 50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. 51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.»
El cuarto episodio es el de las Bodas de Caná. Juan 2, 1-11 refiere que María, Jesús y sus discípulos estaban presentes en la fiesta. Debía tratarse de un acontecimiento con la presencia de numerosos invitados, pues “había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una”. Cantidad importante de agua, pues si cada persona debía lavarse los pies y las manos, es lógico pensar que podían haber decenas y decenas de personas.
A un cierto punto María se percata que hay un problema: se ha terminado el vino y la fiesta se va a dañar. Entonces se acerca a su hijo y le dice: «No tienen vino.» . Jesús le responde: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora.» Pero María se dirige a los sirvientes con esta frase: «Hagan lo que él les diga.»
Maria observa atentamente y se da cuenta del apuro. La fiesta de bodas sería un fracaso y una humillación para los novios y sus parientes si faltara el vino e intercede para resolver el inconveniente. No le falta pulso y pronuncia una frase imperativa, prácticamente una orden (“Hagan lo que El les diga”), y anima y persuade a su hijo para que resuelva la situación. Convertir 600 litros de agua contenidos en las 6 tinajas en vino de excelente calidad. Como excelente seria el primer milagro del hijo de Maria, el inicio de la manifestación de la gloria de Dios a través de su hijo predilecto y por intercesión de su madre.
Estos episodios también nos revelan que en su diario vivir y actuar terrenal, Jesús reflejó la solidaridad, audacia, esperanza y amor que su extraordinaria madre le enseñó desde niño. Una madre consciente de su responsabilidad ante un hijo que Dios le ha entregado para que lo eduque y ayude a forjarse una vida, no puede hacer mejor cosa que copiar el más eficaz de todos los modelos que ya conocemos: los principios de Jesus el hijo de Dios, inculcados por su Santa madre MARIA.