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Hay cierto tipo de rocas que, por su naturaleza o su tratamiento, tienen la curiosa propiedad de sonar como campanas cuando se las golpea. Es lo que se conoce como litofonía, cualidad descubierta ya en tiempos prehistóricos y que nuestros ancestros aprovechaban para producir música.
En España, hay un caso registrado por los arqueólogos: el de los litófonos canarios (los hay en Tenerife, El Hierro y Fuerteventura), usados por los nativos para algún tipo de comunicación musical, probablemente ritual.
No todos los litófonos se remontan tan atrás en el tiempo; algunos son más recientes y, de hecho, hay músicos que practican la interpretación recurriendo a este tipo de insólito instrumento, formado por varias lajas pétreas a manera de gran xilófono; uno de los más afamados es el grupo argentino ENS pero en España lo hizo también, en los años ochenta, el Taller Canario de Canción (del que formaba parte Pedro Guerra). El tipo de material varía, eso sí. Los antiguos chinos usaban el jade, por ejemplo, para elaborar lo que llamaban pien-tsin, unas lascas de diferentes tamaños que, en número de dieciséis, se colgaban de una cuerda. En otros casos parece ser más frecuente el basalto.
Lo que sí es común es el sonido que producen, metálico, similar al que se produce al golpear una taza o, exagerando un poco el símil, una campana. La razón exacta por la que suenan así es objeto de estudio y controversia desde hace mucho y parece estar relacionada no sólo con la composición de la piedra -concretamente su nivel de contenido en hierro- sino también con su proceso de formación, si fue una cristalización rápida o lenta, pues ello influye en una de las cualidades necesarias para la litofonía: la delgadez de su capa externa.