Perceptiva Literaria del Libro “Árboles de Tierra”

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Hace dos años que la vida me presentó a esta mujer inefable: Albert Hernández, ante ella mi voz quedó perpleja y evocó palabras no muy gratas, pero luego se calló cuando escuchó estos versos:

Es triste ser dos a la vez
Pero sería más triste ser una sola en lugar de dos
La mujer cotidiana, esa no cree en nada
Es ruda
Es silenciosa
Precavida
Dócil
Y la pobre poeta, soñadora
Repleta de tontedad
Quiere llenar el vacío de la mujer cotidiana; no quiere verle triste
La cotidiana no llora; se enfurece ante la vida y tiembla de rencores
La poeta la abraza con cariño y llora porque es sublime
La mujer poeta siempre acompañará a esa pobre mujer cotidiana
Atrapada en los avatares
Hundida en pesares
La poeta ríe y le hace cosquillas a aquella triste mujer que cocina un pez,
Con amor de cocinera leal Con fuego real ¡Qué literal!
Tan cotidiana en todo
La poeta es subjetiva
Pero las dos van de la mano; sola cualquiera de las dos no podría.

Desde entonces le seguí los pasos con medida extrema, me envolvió en sus imágenes y figuras llenas de melancolía, aunque es preciso mencionar que en medio de tanto suplicio descubrí la fuerza y valentía que escondían esas letras; su historia no ha sido fácil, sin embargo ha sabido manifestar mediante la palabra lo que menciona el poema anterior: La grandeza de la poesía, para Albert, esto abarca más que un sentimiento, pues es el vivo reflejo de lo que la forma, la acompaña, la ata o libera, la hace morir pero le devuelve la vida, la hace regresar en sí, reconocerse intrépida y demostrar que sí se pueden sobrellevar las situaciones difíciles no desde un positivismo errado, falso impostor de la mediocridad sino más bien desde lo que es la realidad, la vida misma, el ayer transformado en hoy, el caer y levantarse para recordarnos que podemos ser justamente eso: Arboles de tierra, que renacen, que fecundan y no mueren, lo que es ella: Una verdadera escritora capaz de evidenciar que sí se puede ser dos a la vez: Ser mujer y ser poeta.

Cuando empecé a leer sus poemas con detenimiento percibí calidad no solo en su contenido sino también en el ritmo y la estructura del verso libre, Albert no necesita de rimas ni de tipos de estrofas para hacer un buen poema, sus ideas van enlazándose en progresión lineal, variante o constante para formar así una concreta relación entre la palabra y el sentido, la fantasía y la realidad mediante el uso cuidado de las figuras retoricas, comparando, por ejemplo lo sencillo y útil del zíper de un suéter con lo desgastante que es cubrir el dolor

“Unirnos a propósito, para tapar la herida como el zíper del suéter” Cita la autora en respuesta a la pregunta ¿Cómo guardar el secreto, si el dolor apesta a crueldad despiadada? Reconocemos así, la imaginación alterna de Albert y distinguimos su capacidad intelectual para transformar lo muerto en algo palpable, lo servible en lo inservible y viceversa.

Albert no escribe lo que observa; ella lo transfigura en signo, imagen, símbolo, verdad o sueño. Su noche eterna, cubierta de insomnio le regaló esto que se plasma en el libro y nos revela su misterio. El árbol tiene raíces, al igual que sus poemas, los que nunca quiso titular

A este nómbralo así –Le dije mencionando uno que otro título mal formado, queriendo persuadirla para que me explicara porque no lo hacía. Eso es igual que como cuando bautizan a los niños y se les da un nombre, dicen que eso simboliza que renace porque muere el hombre viejo y sin fe, entonces yo no le pongo título a mis poemas porque son inmortales –Me contestó.

Así supe que era una rebelde empedernida, pero que eso mismo denotaba que ella no redime a su poesía, no la encierra sino que la expande, así como las raíces del árbol que se plantan en cualquier tierra y espacio, lo mismo hace con la temática de los poemas, en este libro no señala únicamente su tristeza, la soledad, la noche y la luna, sino que va más allá de lo que tiene enfrente, de lo que vive y siente, es capaz de hablar de un pájaro y no de sus colores y su magia difusa en el volar que provocan sus alas sino de la importancia que este tiene en la ecología, también retratar a una diminuta hormiga que no sufre como nosotros e imperativa preguntar “¿Vos hormiga de que estás hecha? A vos no te duele el cráneo cuando te peinas, solo caminas con ahínco… pero a vos no te duele” y luego se traslada a otra temática y sobre todo antepone a la mujer, esa que puede ser buena pero también amante y señalarla sin usar la ofensa: “Éramos un ensayo fracasado de amor, dos cachorras forcejeando una utopía” dejando en claro sin mucho afán lo que conllevan las infidelidades.

Los sentimientos no son olvidados. En sus poemas hay mujeres Tristes, valientes, alegres, violentadas y ultrajadas: “A ella le quitabas los zapatos para que no caminara en busca de su libertad” Manifiesta con dolor resumiendo en ese verso lo difícil que es salir de los ciclos de violencia en los que actualmente están encerradas miles de mujeres en el mundo, pero también nos grita valentía y aliento en este poema que cita:

“Deseo verlas,
Verlas vivas,
Aunque estén taciturnas.
Sentirlas mover sus sesos mientras en la punta de mis calcetines tiemblan mis dedos. Estaban tan acostumbradas a las noches cayendo mientras ellas despertaban detrás de los metales fríos del alma para calentarse en el fogón”.

Las alevosías también están presentes, no obstante el romance no es señalado a simple vista, pues ella con su vasta capacidad nos muestra el amor desde otra perspectiva, por ejemplo:

“Envolvía en fanático anhelo mis sueños mientras hojeada los besos en mi recuerdo. Solo en mi recuerdo resbalaban íntimos de nuevo a mi boca. Y temblaban mis miedos en plena penumbra del pensamiento. Tengo tu beso congelado en la boca un recuerdo plantado como un páramo en mis insomnios.
Un beso que duele.
Sin seña de un te quiero, un beso que se convierte en río
a veces en mar y en duelo”.

Con estos versos llenos de romance nos plasma ese amor que no siempre permanece pero se queda quizá para hacernos daño con lo efímero de los recuerdos gratos.

Defino así que Arboles de tierra está lleno de composiciones poéticas que atrapan, que cada uno retrata a una Albert distinta que es una sola, esa que después de mostrarse débil, sola, abandonada en la tristeza, como escribe en este verso:

Hay una guarida de ausencia en mi vida

Termina afirmando con valentía y renovado entusiasmo:

Yo no morí, murieron mis miedos

Concluyo pues, con este verso: “La noche y los ojos es lo único que tengo” para reiterar que eso ha bastado para crear esta maravilla que hoy reciben nuestras manos. Felicidades Albert.

Albert Hernández muestra la portada del libro Árboles de Tierra

Por: Ana Luisa Fuentes Picado
(Jinotega -Nicaragua) empezó a escribir poesía desde los 16 años, en el 2019 se integró a los diversos festivales poéticos y culturales que realizan en su país. Es coordinadora de la revista poética Ergo Nicaragua, miembro del grupo literario Poetas de los cuatro elementos, colabora con la Biblioteca Alemana Nicaragüense y es docente de Lengua y Literatura en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, Bethlemita-Jinotega.