El problema de la sucesión presidencial

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«[Carta del] ex presidente César León [al] Presidente del Congreso Onésimo Canabal:

»Vuelvo a la carga, mi distinguido aunque indistinguible amigo, recordándote la época… que… te llevó… a ser “El hombre del micrófono” en los mítines, el que pedía orden, atención: “Tengo el honor de presentar al señor licenciado César León, candidato a la presidencia…”

»… Y ahora, diputado por tercera vez y Presidente del Congreso de la Unión. Vaya, don Onésimo, cómo hemos avanzado…. Hay que ser agradecidos, ¿verdad?…

»Ahora, mírame bien a los ojos. Me niego a ser fantasma. He pagado mi deuda con el pasado, si así quieres verlo. Exiliado, golpeado, befado, calumniado, pero no vencido.

»No pongas cara de susto. Tu fantasma está de vuelta y te va a cobrar tus deudas…. Estamos en un teatro nuevo y yo quiero ser otra vez la estrella. Tú, mi dilecto amigo, serás quien devuelva mi nombre a la marquesina nacional.

»¿Reelección? Palabra maldita de nuestro teatro político. Pero ya no tanto, desde que se reformó el 59 Constitucional y se volvió al espíritu del Constituyente de 1917: la reelección de senadores y diputados que te ha permitido, mi Solón de Solones, permanecer diez años en la Cámara. Pues bien, ahora nos toca entrarle a la grande: admitir la reelección del Presidente. Reformar el… artículo 83 y abrirme el camino a mi regreso.

»¿Que reformar la Constitución toma tiempo? Lo sé de sobra. Por eso hay que empezar ahoritita mismo, casi tres años antes de la siguiente elección. Consulta con discreción a las fuerzas vivas, caciques, gobernadores, legislaturas locales, empresarios, líderes obreros y campesinos, intelectuales. Así como se acabó por modernizar el estatus de los legisladores, así debemos modernizar la sucesión presidencial. ¡Que viva la reelección!…

»Ay, Onésimo. Vamos operando juntos. Recuerda que puedes fingir que sirves al actual Presidente estableciendo normas que me resulten útiles a mí. Y a ti, por supuesto. El problema de la sucesión presidencial no es quién, sino cómo. Tú asegúrale al mandatario saliente, Lorenzo Terán, que vas a proteger su propiedad, sus privilegios y su familia. Con esto basta.»1

En esta carta ficticia, una de las setenta que componen su novela titulada La Silla del Águila, que es la que ocupa el Presidente de México, el ilustre escritor mexicano Carlos Fuentes plantea el problema de la intriga como móvil en la sucesión presidencial. Gracias a Dios, a diferencia de lo que sucede en la arena política, en la arena espiritual «el problema de la sucesión presidencial» sí es quién y no cómo, pues cada uno de nosotros decide por sí solo quién ha de ser el mandamás en su vida.

Dios no nos obliga a que lo hagamos a Él nuestro Presidente espiritual, ni manipula nuestra sumisión a su voluntad. Somos nosotros quienes determinamos si hemos de permitir que Él ocupe la Silla Presidencial de nuestro corazón, en la que nosotros mismos hemos estado sentados. La elección es exclusivamente nuestra.

Hagamos valer nuestro voto hoy mismo a favor de Aquel que nos creó con la libertad de elegirlo. Sólo así podremos disfrutar de paz interior, de prosperidad espiritual, de protección divina y de seguridad eterna.