Posiblemente la mentira sea más longeva que la injusticia. Se inspira en la nada misma, pero aparece en la realidad, en lo cotidiano. Para algunos, descubrir una buena mentira les resulta sencillo. Para otros, caer en el engaño puede ser una de las cosas más fáciles de su vida. Sucede que todos mentimos. Algunos más, otros menos, pero no existe persona que no se haya convertido -al menos por un instante- en rey o reina del engaño.

Un estudio de la Universidad de Virginia, Estados Unidos, determinó que la mayoría de las personas dicen dos mentiras al día; mientras que otro, de la Universidad Estatal de Michigan -en el mismo país-, analizó a más de 1000 ciudadanos para descubrir que -en promedio- se expresan casi dos mentiras a diario.

En 2015, investigadores de la Universidad de Ciencias Sociales y Humanidades de Breslavia (Polonia) estudiaron las motivaciones que hay detrás de las mentiras. Partieron de dos: las relacionadas con la protección (evitar castigos, pérdida de relaciones, angustia en la otra persona o anticiparse a la crítica por la verdad) y aquellas movidas por un deseo de obtener beneficios.

Qué tipo de mentiras existen

“Existen mentiras descaradas, exageraciones, mentiras sutiles; otras que persiguen el beneficio personal pero no quieren dañar aunque dañen; las que sí esconden el interés de perjudicar o las que, por el contrario, llamamos altruistas o generosas porque intentan evitar algo desagradable e inútil a los demás”. Explicó la psicóloga María Jesús Álava Reyes, autora de La verdad de la mentira.

La escritora agregó:

“Están las mentiras sociales, más inocuas, o las narcisistas, que pretenden eludir el sentimiento de vergüenza, las más psicopáticas, que gratifican al que miente, las patológicas de aquellos que rechazan visceralmente la realidad, las que se dan en situaciones críticas y persiguen salvar la vida, las que se cuentan para dar pena y manipular a los demás, las egoístas, las mentiras falsas y las que forman parte del trabajo, en el caso de los espías o las mentiras de quienes están sometidos a la exposición pública, como los políticos”.

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro, un clásico ejemplo de «político mentiroso»

Quiénes mienten más

Bella M. DePaulo, psicóloga de la Universidad de California en Estados Unidos, encabezó un estudio que llamó The many faces of lies (“Las muchas caras de las mentiras”). En uno de sus apartados se preguntó: “¿Qué tipos de personas mienten más fácilmente?”. Y explicó: “Pensamos que las personas que dicen muchas mentiras pueden ser especialmente sociables, ya que uno de los objetivos que motivan sus mentiras -como causar buena impresión o halagar a otros- pueden ser especialmente importantes para gente a la que le gusta pasar tiempo con otras personas”.

Pero la sociabilidad del mentiroso no está del todo clara. Judit Bembibre, especialista en Psicología Clínica, profesora de la Universidad de Granada en España, sostuvo que “la mentira es una conducta que se asocia a una emoción que no siempre es la misma”. Y es allí en donde los expertos señalan que existe también una “logia oscura” que está formada por narcisistas que solo buscan su propio beneficio y sociópatas que mienten por desprecio a los demás.

Si bien es un rasgo de las personas extrovertidas, también ocurre que aquellas introvertidas o inseguras mienten para caer bien. Quizá el informe más relevante lo haya otorgado el psiquiatra Bryan H. King, profesor de la Universidad de California Los Angeles, en donde los resultados de su investigación determinó que un 40% de los mentirosos compulsivos tienen una disfunción en el sistema nervioso central, de la cual la impostura es un efecto secundario.

¿Y el 60% restante? Ese número estaría ocupado por personas que han sufrido a lo largo de sus vidas profundas perturbaciones psicológicas o simplemente represente un mecanismo de respuesta inmaduro, propio de alguien que quiere escapar de la realidad constantemente.