El suicidio es considerado como la complicación más grave de los cuadros depresivos. Según la OMS, alrededor de 100.000 niños y adolescentes al año se suicidan y, por cada uno consumado, hay de 10 a 20 intentos.

En Colombia, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (NMLCF) muestra que la cifras van en orden ascendente: entre enero y agosto del 2017 se reportaron un total de 1.551 casos, mientras que, en el 2016, para la misma fecha, la prevalencia estaba en 1.314.

Por esta razón, el Instituto Roosevelt se suma a la iniciativa mundial de la prevención del suicidio y junto con la Dra. Liliana Betancourt M., coordinadora de salud mental del mismo, indican los factores de riesgo, señales de alerta y recomendaciones clave para evitar los pensamientos suicidas en niños y adolescentes.

Para los padres de familia, maestros y adultos que tienen la posibilidad de compartir con esta población, se les recomienda estar atentos a los cambios emocionales y de comportamiento como: bajo rendimiento académico, variaciones en el estado de ánimo, cambios de personalidad, aislamiento, irritabilidad, manejo inadecuado de la frustración, inquietud motora, ansiedad, pocos deseos de hacer lo habitual, consumo de alcohol, drogas y cigarrillo, además de alteraciones del patrón de sueño y del apetito.

Según la especialista del Instituto Roosevelt, también existen factores de riesgo individuales y familiares como:

  • Presencia de enfermedad mental
  • Mal control de medicamentos
  • Creencias religiosas y culturales que inciten al suicidio
  • Publicaciones exageradas sobre el suicidio de personas famosas o visualización de publicidad sobre el mismo tema
  • Suicidio en casos cercanos
  • Matoneo escolar

Eventos traumáticos como:

  • pérdidas interpersonales
  • violencia intrafamiliar
  • pérdida o ausencia parental
  • antecedentes familiares de intento de suicidio consumado
  • psicopatología en los padres
  • inestabilidad y desorganización familiar y mala comunicación entre padres e hijos

Finalmente, la Dra. Betancourt, indica que, para evitar los pensamientos suicidas, la clave está en la prevención. «El reconocimiento temprano de este tipo de conductas permite buscar apoyo de profesionales de salud mental de niños y adolescentes a tiempo» añade la especialista.

En las familias se recomienda: fortalecer las experiencias positivas, no ejercer presión constante para ser más y mejor. Lo más importante es que sus hijos se sientan queridos con el solo hecho de existir, aceptándolos tal como son. También se debe promover la correcta expresión de las emociones y sentimientos en todas las edades.

Llevar a cabo acciones preventivas en el medio escolar: es clave capacitar a los profesores en estos temas e incrementar la conciencia e importancia del riesgo suicida y del bullying en las aulas escolares. “Con los jóvenes suicidas se deben hacer intervenciones rápidas, con autoridad y decisión; recibir apoyo médico oportuno puede poner su vida a salvo ya que la mayoría de ellos brindan avisos y también ofrecen un margen de tiempo para intervenir. Por otro lado, padres, profesores y comunidad educativa deben prevenir y estar alertas a conocer si su hijo está siendo víctima del bullying o, por el contrario, es quien realiza matoneo a sus compañeros” concluye.