El 25 de setiembre del 2015, implicó de parte del Papa Francisco en Washington DC, la canonización del misionero español fray Junípero Serra, pese a lo anterior, algunos sectores amerindios protestaron por la declaración de santo.

Tales grupos adujeron que, Junípero impuso la religión mediante actos de violencia, en los lugares donde realizó su misión. Sin embargo, se debe entender que, el llamado de Cristo a su paso visible por este mundo fue, el de predicar la Buena Nueva, bautizar y administrar los demás sacramentos a toda persona que lo deseara.

Respecto a Junípero, existe suficiente prueba documental o testimonios que lo definen por su heroicidad y entrega e incluso de hechos especiales dignos de llamarse milagrosos. Por eso es justo, hacer una reseña de la biografía Junípero, en gran parte escrita por su gran compañero fray Francisco Palou.

Junípero, nace el 24 de noviembre de 1713, en Petra un lugar de Mallorca. Recién nacido y dada su condición débil, sus padres deciden que se le bautice prontamente y recibe el nombre de Miguel José. Sus progenitores hicieron lo propio para darle una excelente catequización; desde su niñez fue enviado al convento de San Bernardino.

El 15 de setiembre de 1731, profesó sus votos en el convento de Palma de Mallorca, luego elige el nombre Junípero, en honor a un discípulo que tuvo san Francisco de Asís. En la Universidad de Luliana recibe el doctorado en filosofía y letras (pese a tan nobilísimos títulos, nunca perdió su carismática humildad).

Con solo diecisiete años de edad, pide a sus superiores ser enviado a tierras americanas en calidad de misionero. En su viaje realizó varios trasbordos en barco, siendo el navío “Villasota” el que le permitió tocar costas mejicanas, no sin antes haber corrido el riesgo los tripulantes de zozobrar ante una terrible tormenta, la cual se aplacó cuando Junípero puso a rezar a todos en la nave.

Ya en tierra, Junípero y su compañero fray Francisco, debieron adentrarse por tierras desérticas, frías o llenas de toda clase de peligros, aun así, en las ocasiones más críticas se les aparecía un extraño jinete que les daba agua o posada en alguna estancia. Por un periodo de cinco meses Junípero predicó en los templos de la ciudad de México.

El 3 de junio de 1750, los dos frailes en compañía de más personas inician una expedición, hacia territorios desconocidos de México. Tiempo después, evangelizaban a los indios Pames en Santiago de Xalpan. Se dice que en dada ocasión dos enemigos del fraile, envenenaron el vino usado para la consagración, sin embargo, después de consagrado el vino no envenenó a Junípero.

Otra vez, el fraile invitó a los indígenas enfermos a escuchar las celebraciones eucarísticas, y cuál fue la sorpresa que, los enfermos que sí asistieron no murieron por las enfermedades que habían padecido.

Hacia 1768, se le comisiona ir a tierras californianas, donde funda varias misiones como la de San Fernando, Puerto de San Diego (1769), San Carlos de Monterrey (1770), San Antonio en los alrededores de la sierra de Santa Lucía, Santa Bárbara (1782), entre otras.
También, Junípero envió a muchos de sus frailes a fundar más misiones como la de San Luis obispo, San Francisco (1776), Santa Clara (1777), San Pedro, San Pablo, San Gabriel, para citar algunas.

En San Diego, los indios rebeldes atacaron la misión al borde de exterminar a todos los habitantes, en eso, José María un indígena criado del fraile, fue herido con una flecha y muere en brazos Junípero. Entonces el santo, suplica a Dios que por la sangre derramada del indio cristianizado, se detenga la matanza, y el milagro se da pues los rebeldes huyen.
Dados los constantes ataques de los indígenas a las misiones fundadas, el gobierno español dio la orden de fundar en las posteriores “misiones” fortalezas militares. Pese a lo anterior, Junípero insistía en que someter a los indígenas rebeldes por la fuerza no era lo mejor, en cambio más meritorio sería que se convirtieran por el amor a Dios.

Durante sus años de misión llevó el sufrimiento de una crónica llaga en uno de sus pies, que por momentos trataba de impedirle continuar su obra. Llegada su vejez, y con una serie de complicaciones de salud, a las dos de la tarde del 28 de agosto de 1784, dejó este mundo.

Por: Osvaldo Corrales Jiménez 
Comentarista de temas cotidianos