Un nuevo año para agradecer y creer: Lecciones y esperanzas

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El 31 de diciembre siempre es un día de reflexión y balance, un momento para mirar hacia atrás y evaluar el camino recorrido. Es una oportunidad para reconocer los logros y aprender de los desafíos enfrentados a lo largo del año.

Vamos pues, a intentar que este encuentro familiar de hoy, final de año y comienzo de uno nuevo, sea un motivo más para animarnos a expresarles el amor a los seres queridos por ser parte de nuestra inmensa fortuna. Celebremos más que nunca el hecho de estar vivos y poder compartir juntos estos momentos que son toda una conspiración de alegría y unión.

Ahora ya sabemos lo que el tiempo vale, lo que representa la vida, la salud, lo que significa abrir los ojos cada mañana, compartir la mesa con la familia, viajar a nuevos lugares, recordarlos y contarlo. Muchas otras pequeñas cosas que, después de caminar en tiempos de prueba, sabemos que eran las más grandes y sublimes.

En el tiempo de tormenta de este año, descubrimos la grandeza de las personas a nuestro alrededor, realizando actos de bondad y apoyo que marcaron la diferencia. Caminamos juntos entre risas y llanto, fortaleciendo nuestros lazos y nuestra fe, entendiendo que la verdadera amistad y el amor se manifiestan en los momentos más difíciles. Apreciamos profundamente a quienes nos acompañaron, brindándonos consuelo y alegría, y aprendimos el valor de estar rodeados de almas generosas y compasivas.

Este año se llevó a algunos de nuestros amigos y seres queridos. Nos mostró la fragilidad de nuestra existencia, pero también trajo alegrías y nuevas vidas que nos llenan de paz y felicidad. Debemos sentirnos orgullosos de haber culminado un año más, que nos deja una importante lección: la buena salud es nuestra mayor posesión, la alegría el mayor tesoro, la confianza nuestro mejor amigo. En medio de todo esto, encontramos consuelo y fortaleza en la certeza de que Dios cuida de nosotros, guiándonos con su amor y protegiéndonos en cada paso del camino. Por delante nos quedan muchos retos, meses y pruebas difíciles, pero queremos aportarle un toque de esperanza e ilusión al nuevo año.

Quisiera decirles que les deseo 12 meses de prosperidad, 52 semanas de alegría y 365 días de éxito. Que puedan entusiasmarse con nuevos proyectos, aventuras y sueños por cumplir, y que cada día encuentren motivos para sonreír y crecer. Abracemos cada día con gratitud y determinación, celebrando los pequeños triunfos y aprendiendo de los desafíos.

Reclamemos el cumplimiento de sus promesas bíblicas y confesemos con nuestra boca: “Señor de Señores, gracias por tenernos aquí reunidos en familia esta noche y disfrutar de tu misericordia. Nuestra gratitud inmensa por animarnos, por guiar nuestra mente para que por nada estemos afanosos ni angustiados, por iluminar con tus palabras nuestro confuso entendimiento.

Que, en este nuevo año, nuestro lamento se convierta en alegría y cada lágrima en sonrisa. Que este sea el año de la buena voluntad de Dios para nuestras vidas en todo lo que emprendamos. Que todo territorio que pise la planta de nuestro pie, lo conquistemos. Que cada día nuevo traiga consigo la esperanza renovada y la certeza de que estamos siendo guiados y protegidos. Que Dios esté siempre presente en nuestros planes, para que este año sea perfecto y lleno de bendiciones.

En este año que comienza, abramos nuestro corazón a la bondad, la gratitud y la fe, confiando en que con cada paso estamos más cerca de alcanzar nuestros sueños y de vivir en plenitud. ¡Feliz Año Nuevo para todos, que este nuevo año sea un año lleno de bendiciones y éxitos!}

Por: Carlos Alberto Arias Baquero

Columnista, formulador de proyectos con especialización en análisis empresarial, escritor, conferencista, líder social, asesor. Celular 313 6445142