Si hay algo que puede mover las relaciones y transformar las personas del agua para el vino es el dinero. Es inadmisible que no sea así el modelo capitalista que vivimos en este siglo, tampoco las relaciones políticas entre las naciones alrededor del globo. Lo que hemos visto recientemente con los chicos enjaulados en EEUU es un claro ejemplo de esta deficiencia, incansablemente promovida en favor de montos de dinero e intereses de gobernantes. Nos hizo quedar en shock sin tener muchas opciones que manifestar nuestro dolor en las redes, nuestra unificada indignación.

Indignación por ver a nuestros niños siendo separados de sus padres y detenidos como si fueran criminosos o animales irracionales. Una acción insana y arcaica que les puso al tanto de la crueldad psicológica de estar aislados, lejos de sus padres, en otra nación, siendo cuidados por extraños. Pero esa indignación cruzó las libres fronteras de la web y resultó en protestas entre muchas celebridades. Actores, cantores y empresarios latinos le enviaron mensajes al presidente americano Donald Trump e hicieron posts a través de las redes, criticándole sin temor. El tema se difundió en todo el mundo y la presión por una solución tomó cuenta de la web, explotando reacciones en contra la política migratoria de EEUU, extremista, por así decir.

Sin embargo, lo que es débil es ver como se fragilizó la empatía y humanidad en estos modernos tiempos. Prevalece la incorruptible soberanía de las grandes naciones y se deshace el poco de conmoción que aún podría existir entre las personas. Los mayores le pisan y humillan a los menores bajo el discurso de medidas protectoras. Y retrocedemos años y años, volviendo a los tiempos de arrogancia y prepotencia con que se llevaban los combatientes de guerras. Todo con un lindo y bonito antifaz que refleja amistad a los reflectores, disfrazando el lado obscuro escondido en estos medios y esfumándose frente a las cámaras de la buena vecindad.

Mientras tanto, nos cambiamos de humanos a mártires en ese inofensivo sistema de poder. Asistimos de ojos abiertos y manos cerradas al drama de millones de inmigrantes y refugiados, esparcidos por el mundo en busca de una vida más cómoda y honesta. ¿Lo que será de ellos? Jamás sabremos, no hay como preverlo. Por lo menos antes de que gritemos con toda la voz para que abran lugar a la humanidad, antes que salgamos en las calles en favor de cientos de personas tan frágiles que ya no pueden protegerse más. Nada ocurrirá, ni una sola justicia los va a detener. Mientras domine el ego y los placeres del dinero, seremos almas cautivas, destrozadas bajo el abuso de poder.

Por: Saulo Bueno
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