Judas y los prepagos: la traición al liderazgo

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¿Qué tienen en común Judas Iscariote y algunos líderes de hoy en día? Ambos son ejemplos de lo que podríamos llamar líderes prepagos, es decir, personas que venden su dignidad y su soberanía por dinero o favores personales, y que traicionan la visión y la misión de su comunidad y de las organizaciones que dicen representar. En este artículo, analizaremos las características, las consecuencias y las alternativas a este tipo de liderazgo que prostituye el noble y bello ejercicio de transformar la realidad social.

El concepto de prepago se usa para referirse a algunos servicios que se pagan de manera anticipada, como el seguro, el alquiler o el celular. También se aplica a personas que tienen sexo solo por dinero. Para el caso de los líderes prepagos, se trata de aquellos que se dejan comprar por poderes externos que los manipulan y los usan para sus propios beneficios, a cambio de dádivas, puestos de trabajo o contratos. Estos líderes no tienen una visión social ni un compromiso con su comunidad, sino que se centran en su interés personal en el corto plazo.

Esta actitud egoísta y mercenaria contrasta con la esencia del liderazgo, que es la capacidad de transformar la visión en realidad, según el escritor estadounidense Warren Bennis. Sin embargo, los líderes prepagos no solo no transforman la visión de su comunidad, sino que la traicionan y la frustran. Aunque su territorio atraviese por momentos difíciles de intolerancia, violencia, pobreza, crisis y corrupción, estos líderes desconocen las grandes posibilidades que tienen de incidir en el desarrollo del mismo. Tienen una mirada miope de las situaciones y una escasa visión global e integral. Se conforman con las pocas cosas que el Estado les brinda y no buscan generar cambios positivos.

Los líderes prepagos, son MERCENARIOS SOCIALES que carecen de calidad humana, capacidad de gestión y amor por su entorno y por quienes piensan diferente. No dimensionan la importancia de unir esfuerzos para realizar acciones en beneficio de su comunidad, sino que actúan para agradar a aquellos con quienes tienen compromisos distintos a los de su comunidad y organización. Estos líderes no están interesados en la construcción de un territorio diferente ni en la formación de líderes transformados y renovados que con sus acciones puedan articular lazos sociales, fomentar valores y salir del estancamiento.

¿Qué podemos hacer ante esta realidad? ¿Cómo podemos identificar y evitar a los líderes prepagos que pasan por encima de las organizaciones y de sus compañeros de lucha? ¿Cómo podemos fomentar un liderazgo social auténtico, responsable y conocedor de los temas? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos responder en este artículo, con el fin de generar conciencia y acción sobre este tema tan relevante para el presente y el futuro de nuestra sociedad. Te invitamos a leerlo, compartirlo y movilizarte por un liderazgo social que no se venda ni se traicione.

Los líderes prepagos que andan en contravía vendiendo su dignidad, no están interesados en la construcción de un territorio diferente ni en la formación de líderes transformados y renovados, ni en empujar la pesada carreta para el mismo lado. Con sus acciones y omisiones, sumergen a sus representados en el estancamiento y el deterioro e impactan de manera desfavorable su liderazgo.

La pandemia nos obligó a repensar todo y a decidir en qué realidad sostenernos y en qué proyectos invertir. Si las necesidades y las prioridades de los territorios y la gente cambiaron, ¿por qué no las de estos líderes? ¿Por qué prefieren hacerles el juego a propuestas cómodas y mal hechas que se adelantan desde la institucionalidad?

Es claro que los barrios, sectores y localidades se parecen a los líderes que los construyen. No hace falta preguntar cómo están los territorios de estos líderes, basta con ver el balance de su liderazgo inclinado en la balanza. El líder prepago no sabe leer el ajedrez político, y por ello divide el territorio y no logra entender que, a menor legitimidad, menor reconocimiento colectivo, menor trabajo en equipo y menor respeto por las leyes.

Este líder puede compararse con Judas, el apóstol de Jesús que lo vendió por monedas y que representa la traición con ojos y oídos vendados. Sabemos que Judas estuvo en la cena del Señor, pero los Judas de los que hablamos en los territorios están en todas partes y se dan por desentendidos. Ell@s argumentan con doble moral, dividen el territorio, siembran cizaña, hacen el papel de borregos, de víctimas, venden la patria por dádivas, por monedas, en vez de actuar decente y respetuosamente frente a sus comunidades, frente a las organizaciones que dicen representar y a sus compañeros de lucha, a quienes están dispuestos a pisotear.

Un llamado a quienes han estado ejerciendo esta clase de liderazgos tóxicos para que entiendan que ha llegado el tiempo del cambio, la hora de la igualdad, de escucharnos, de ser incluyentes, de despertar la conciencia, de respetar a los colegas que han mostrado credenciales en su labor. Tiempo para una nueva forma de regenerar la política, de cerrar viejas puertas y abrir nuevos caminos hacia la fuerza de la manada, hacia la inversión social acertada, la educación óptima, el emprendimiento, la lucha por el medio ambiente, la salud mental, entre otras.

No obstante, estos líderes no deben continuar haciéndole juego a pésimos modelos de gobierno que solo reparten pobreza en los territorios y que no invierten los recursos en las necesidades básicas insatisfechas de la gente que pasa por momentos difíciles. Prefieren invertir en cuestionados proyectos que estos líderes prepagos y sin escrúpulos aprueban al estar dominados por la codicia y el interés particular.

Según un estudio de la Universidad Nacional de Colombia, el 65% de los líderes comunitarios del país han recibido algún tipo de incentivo económico o material por parte de actores políticos o económicos para apoyar o rechazar alguna propuesta o proyecto de interés comunitario. Este dato revela la alta incidencia de la CORRUPCIÓN Y EL CLIENTELISMO en el ámbito del liderazgo comunitario, y las consecuencias negativas que esto tiene para el desarrollo y la participación de las comunidades.

Si al final del ejercicio del liderazgo, quien lee este artículo, ha logrado abandonar su conformismo silencioso y logra pasar desapercibido ante este juicio de valores, podrá decir que su esfuerzo valió la pena. Hay que ser muy cuidadoso en las organizaciones en quien se confía, muchas personas te saludan de beso y luego te asestan el golpe por la espalda. Todos tenemos un Judas entre nosotros y aunque todos sabemos quién es, a veces solo él o ella lo desconoce. Recuerda que Judas antes de ser traidor fue discípulo de confianza.

No podemos permitir que el liderazgo comunitario se degrade y se corrompa por culpa de pocos líderes prepagos que solo generan un DESGASTE que va haciendo metástasis en otros de su estigma hasta convertirse en un cáncer que socava las buenas relaciones entre iguales. Debemos denunciar y rechazar a estos traidores que venden su dignidad. Debemos identificar, apoyar y acompañar a los líderes que realmente se comprometen con el bienestar colectivo y que trabajan por el desarrollo de sus territorios. Debemos ser parte de la solución y no del problema. Es hora de actuar y de recuperar el verdadero sentido del liderazgo comunitario.

¿Qué tipo de líderes queremos para nuestro territorio? ¿Líderes que se dejan comprar por intereses ajenos, que se alían con otros de su mismo estigma o con los poderes políticos que les ofrecen beneficios a cambio de pocas monedas, que se resignan a la mediocridad, que llevan a los líderes despistados al abismo y que traicionan a su gente? ¿O líderes que se guían por principios éticos y comprometidos, que luchan por el progreso de su entorno? La respuesta es obvia, pero la realidad es otra. ¿Qué estamos haciendo para cambiarla? ¿Qué responsabilidad tenemos como actores sociales? ¿Qué papel jugamos en la construcción de un territorio diferente?

El futuro de nuestras comunidades depende en gran medida del tipo de líderes que las dirigen con seriedad y compromiso. Si continuamos con un silencio cómplice y seguimos tolerando y apoyando esta clase de lideres TÓXICOS, que de manera permanente descalifican el trabajo de quienes han sido referentes por sus buenas obras y acciones, solo conseguiremos más corrupción, más desigualdad, pobres balances al final de cada periodo.

Si queremos un futuro mejor, debemos asumir el rol como actores de transformación y no de espectadores pasivos. Debemos seguir a líderes que realmente se preocupan por su gente, por las organizaciones que los representan, que tienen una visión clara y transformadora, que entregan propuestas claras para impulsar el desarrollo y la planeación participativa. ¿Qué tipo de líderes queremos ser y apoyar? La decisión está en nuestras manos. Te invitamos a compartir este artículo con tus amigos, familiares y compañeros, y a pronunciarte de manera enérgica por un liderazgo social que no divida, no se venda ni se traicione.

Por Carlos Alberto Arias Baquero