Promociones, rebajas de fin de estación, fechas conmemorativas, cupones de descuento: una avalancha de ofertas nos atrae a diario y nos hace ir de compras, llevando nuestro dinero a cambio de lo que nos ofrecieron de manera insistente, como un deseo por saciar. En este aspecto, nada raro. Son las reglas y la supremacía del capitalismo determinando el destino de nuestras difíciles rentas. En el ámbito psicológico, un punto de atención para un creciente problema: la falta de habilidad emocional para resistir a los superfluos, todo lo que está de más y nos complacemos por el puro placer de poseer. Pero en contra de este mal comportamiento gana fuerza el minimalismo, conquistando adictos alrededor del mundo a través de la filosofía de desapegarse, por la cual se convive apenas con lo útil y esencial a nuestra supervivencia.
Remando ante el avance de propagandas atractivas su propuesta nos hace recordar tiempos de un capitalismo moderado, en dónde vivíamos con menos fruslerías y más sensatez económica. Se buscaban los placeres del ser y poco se anhelaba el status del poseer. La vida era innegablemente más sencilla, el equilibro emocional no consentía espacio para el abismo de compras desenfrenadas. Abismo que nos hace fútiles y compromete nuestras finanzas, nuestra condición psicológica y la manera que vivimos nuestros días. Somos acumuladores siempre insatisfechos, programados para cambiar el coche por un modelo más nuevo, para tener los gadgets más recientes y sofisticados, llenar el armario de marcas conocidas y comer en los lugares más bien frecuentados. Pero aún existe luz al fin del túnel.
Exactamente, hay un camino por dónde regresan movimientos minimalistas como tendencia, ganando notoriedad en las redes. Se cuestiona la excentricidad, la preocupación sin límites que tenemos con el status y, entre otros hechos, la desigualdad entre la moda del exhibicionismo y millones de personas en situación de extrema pobreza. ¿Si podemos vivir equilibradamente una condición confortable, porqué ponemos tanta ilusión y esfuerzo en el acumulo de bienes que pronto serán echados al lado? Enfocamos en la apariencia y nos rendimos sin pudor al consumismo, dejando al olvido que la vida es más sencilla que una rara marca de lujo. No es caro disfrutarla en su esencia, aprovechar momentos que quedarán hacia atrás. A darle adelante y a desapegarse, pues al final, menos es más.
Por: Saulo Bueno