Efectivamente, como indica el título de mi artículo, nunca cabrees a una escritora, el poder de la pluma es más poderoso muchas veces que un grito o una pataleta.

Esta noche iba a escribir sobre la vuelta al cole, estaba frente a mi portátil cuando una gran escritora y gran mujer como Elsa Ramírez García me ha enviado un video agradeciéndome la entrevista que le realicé hace unas semanas. He dejado mi ordenador y muy ilusionada por su agradecimiento, lo he ido a subir a las redes sociales, pero mientras lo subía a Facebook me he percatado que al final de la página me aparecía como un simbolito naranja parecido al de peligro. El caso es que Facebook ya me había cabreado hacía un par de semanas al quitarle la voz a uno de mi booktrailer porque, según él, la música no podía usarla ya que no tenía permiso del autor, algo absurdo, ya que se trataba de una aplicación de edición que supuestamente ofrece música sobre la que ellos tienen los derechos pertinentes para que sus clientes puedan usarla tranquilamente. Les reclamé, no me contestaron, y mi video sigue silenciado, no obstante, cuando vi este símbolo pensé que me habían dado algún tipo de explicación sobre el video, pero no, mi sorpresa llega cuando me dicen que se me ha eliminado una publicación por tener imágenes sexuales.

Miro la publicación alucinando más que si me hubiera tomado siete pastillas azules, y veo que se trata del enlace que compartí sobre uno de mis artículos publicado en el periódico español Diario16, un prestigioso periódico de España. Y digo enlace, no digo fotografía, ni captura de pantalla, ni imagen ni nada por el estilo, digo “enlace” un enlace en el que aparecía una fotografía algo erótica en blanco y negro que compaginaba perfectamente con mi artículo y que no tenía nada de malo.

Pero ahí no termina todo, les pongo que no estoy de acuerdo, que lo revisen de nuevo, me contestan que lo sienten mucho pero que no pueden revisarlo porque el Covid también les ha afectado a ellos, y sí, puede que les haya afectado, pero al cerebro, porque me parece de película que me den esa excusa cuando recuerdo que en pleno confinamiento advirtieron en las noticias de que internet podía peligrar por la sobre saturación de la red, ya que al estar todo el mundo encerrado en sus casas, internet se convirtió en el entretenimiento de millones de familias, las redes sociales se volvieron mucho más activas, y no entiendo demasiado de economía, pero creo que cualquiera comprende que eso es equivalente a ganar más dinero.

En mi opinión, los que más ganaron con el primer confinamiento en el que el mundo entero se encerró en sus casas, fueron las redes sociales, las compañías de luz y agua, y toda aquella empresa lo suficientemente famosa que ofreciera un envío a domicilio eficaz, seguro y rápido. ¿Y me dicen que les ha afectado el Covid? Pues debo ser muy tonta, porque no lo entiendo, o quizás me han visto rubia y han pensado “a esta tonta le decimos cualquier estupidez y se la cree”

En fin, que triste que el Covid sirva de excusa para no trabajar, tal vez, si tienen pérdidas, que lo dudo mucho, creo que puede ser por el hecho de que, si no pagas no te visualizan tus publicaciones, pero eso sí, si sales en tanga bebiendo cerveza en la playa, eso lo publican, si sacas a menores, lo publican, pero no se te ocurra poner un enlace publicado en un periódico que te lo bloquean y te amenazan con bloquearte la cuenta.

Si no fuera porque tengo demasiados seguidores a los que les gusta leer mis artículos, hubiera desaparecido de Facebook.

Señores de Facebook, no lo están haciendo bien, no pueden dejar en manos de sistemas informáticos todo y luego decir que les es imposible revisar la publicación, es como si un robot detiene a un inocente, lo condenan a veinte años de cárcel y luego dicen que no se admite recurso porque el covid les ha afectado a los humanos y tienen que aceptar la sentencia del robot.

Pero… ¿saben qué? Ustedes usan sistemas informáticos para bloquear, pero los bloqueados somos personas, y en este caso, una mujer, escritora, y columnista muy cabreada, así que háganme el favor de no volver a soltarme ninguna estupidez, ni tocarme las palmas, que a estas alturas ya no me pueden llover más tontos, y si me llueven tengo paraguas.

Por María Beatriz Muñoz Ruiz